Las lágrimas blancas de Norris

 
Demasiado dolor para un cuerpo terrenal que ese día no estaba preparado para jugar. Los dolores de espalda de siempre. Poco a poco, las noticias ya reflejan este accidente y se sabe que es un deportista. El tiempo pasa y se sabe que es un jugador del Real Madrid de Baloncesto. La plantilla lo sabe. Esa misma tarde juegan contra el CAI Zaragoza en la capital de España. Quizá sea una de las peores experiencias que puede vivir una persona. Se acomoda la tarde y los jugadores van llegando al pabellón. Saben que un compañero suyo ya no está. La vida, en este caso, es una ruleta rusa. Poco a poco van llegando los jugadores. Nadie sabe que el que falta es Fernando. Una situación insostenible a todos los niveles. Llegan los primeros jugadores... vacío emocional por completo. Todo es una pesadilla, una conmoción constante... Romay fue uno de los primeros en acudir a reunirse con sus compañeros. Poco a poco siguieron llegando jugadores, pero sobre todo, en ese momento, eran personas, que a ojos de los demás, podían haber desparecido eternamente.
 
El penúltimo en llegar fue Enrique Villalobos. Por tanto, los compañeros ya sabían que el fallecido era el valiente de Fernando. Una angustia vital que a nadie convence. Final injusto y triste que a nadie convence. El bueno de Fernando Martín, el jugador NBA, había desparecido.Su entierro fue como un All-Star, se reunieron grandes figuras del deporte de la canasta... y entre sus compañeros de equipo, encontró a los que eran sus rivales: Epi, Solozábal, también a Sabonis, Homicius... y al bueno de Audie Norris, quien demostró que las lágrimas siempre unen y que el baloncesto nunca separa.
 
Sus lágrimas fueron blancas. Norris lloró como un madridista más, aunque Fernando fuera su rival más duro en la cancha. Hace 21 años que Martín se fue. Lo hizo con su carácter reservado, su semi-cancho letal y con una lección para cualquier deportista: nunca des un partido por perdido antes de empezar a jugarlo ni durante su transcurso.